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Dicen que cruzar fronteras es como abrir puertas a nuevos mundos, pero pocos saben que, sin un buen Agete de Aduanas, esa puerta puede convertirse en un muro infranqueable. Recuerdo la primera vez que intenté importar mercancía: una montaña de papeles, términos incomprensibles y la sensación de estar enredado en un laberinto burocrático sin salida. Fue entonces cuando apareció él, con la seguridad de un capitán que navega tormentas legales con una brújula infalible. Con un par de llamadas y su conocimiento casi místico de normativas y aranceles, convirtió el caos en un camino despejado. Desde entonces, entiendo que su trabajo no es solo papeleo; es el arte de traducir reglas en soluciones, de convertir trabas en accesos.